Como ya hemos dicho en alguna ocasión, en la vida de la parra hay dos momentos claves: uno es la vendimia – la recolección del fruto; el otro es la poda – la reducción de la parte vegetativa de la planta. Y es precisamente en este último en el que nos vamos a centrar.
Aunque existen varios tipos de poda, con la llegada del frío se comienza a preparar la conocida “poda de invierno”. Se realiza en esta época del año, cuando las hojas de la parra ya se han caído. Eso sí, siempre antes de que vuelvan a salir los nuevos brotes. Normalmente esta labor comienza a mediados de noviembre. Pero dependiendo de algunos factores -por ejemplo el clima y las heladas hasta la fecha- hay agricultores y bodegas que comienzan después con esta tarea.
Importancia de la poda
La poda consiste en cortar las ramificaciones de la cepa. Esto no es solo para darle forma, sino para mejorar su salud – brindándole la opción de poder respirar mejor. De esta acción, dependerá la campaña: los kilos cosechados, los grados de la uva, etc. Por tanto, la poda es muy importante en la vida de una parra ya que logra una buena rentabilidad.
Pero no es tan sencillo: no se trata únicamente de despojar a la planta de su parte vegetativa. Es necesario conocer unas pinceladas básicas de la vida de la parra. Por ejemplo, en la que nos vamos a centrar ahora, la fertilidad de las yemas (o sea, el número de racimos de calidad que es capaz de dar una yema).
Además de la capacidad visual que desarrolle el profesional para conocer cada sarmiento, hay una estructura marcada: la fertilidad de las yemas aumenta según se alejan de la base y hasta la mitad (7 u 8 yemas) de la ramificación. Por tanto, hay que podar la parte baja y después reducir cada sarmiento.
Asimismo, existe un “truco” de los agricultores que consiste en dejar, lo que en el sector se denomina “pulgar”, que es un brote de la madera, para que de ahí salga el nuevo sarmiento en la próxima campaña. Lo bueno de esta acción es que ya se “coloca” el pulgar en la parte alta de la vid.
Respecto a la fertilidad de las yemas, hay otro aspecto a tener en cuenta: el número de sarmientos que dejamos y dónde. Aunque en un principio, alguien lego en la materia pueda pensar que podar mucho la parra es contraproducente, con el tiempo descubre que no es así. Por eso, ya sean plantaciones en vaso o en espaldera, siempre se dejan tan solo dos sarmientos – en las parras altas, uno a cada lado para poder atar luego al alambre de la estructura, que mantiene a la vid en pie. De esta forma, se asegura que se distribuya perfectamente por toda la planta el agua de regadío y todos los productos que ayuden a mantener su salud y potenciar su producción.