Si hace unas semanas os hablábamos de Dionisio, ahora es el momento de centrarnos en la figura de Baco, el dios del vino en la cultura romana. Con este dato, es posible que te estés preguntando: si existen dos dioses relacionados con la vid y la agricultura, ¿también hay dos historias que nos hablen sobre el vino? Pues bien, es momento de descubrirlo.
Según nos cuenta la historia, la mitología romana nace inspirándose en la Antigua Grecia. Por tanto, no se trata de un nuevo dios del vino, sino del mismo personificado en la cultura de la Antigua Roma. Baco era hijo de Júpiter, el dios de los dioses (la representación de Zeus en el Panteón romano). Su madre era Stimula, mujer humana que se convertía en la versión de Sémele. Fue también fruto de una relación extraconyugal y, por eso, aunque nació en Naxos, se crió con las ninfas de Nisa. De esta forma, Sileno fue quien le enseñó todo el arte de la jardinería, de plantar la vida; aquí, las musas adquieren un papel más protagonista, camelando al joven Baco en la danza y el canto.
En este punto, la narrativa mitológica cambia. Se dice que el dios romano del vino conquistó la India con ayuda de otros dioses de segundo orden, entre los que se encontraba además de Sileno, Pan y Aristeo (creador de la miel). Esta aventura le permitió extender su maestría y enseñanza en el cultivo de la vid y la producción del vino. ¡Y así nacería la figura de Baco!
A diferencia también de Dionisio, la representación del dios romano es mucho más “humana” y asociada a elementos clave como la hiedra (en forma de corona) y la serpiente. Siempre se le ha presentado vestido con pieles de animales – de zorro o de leopardo -, con una copa de vino en la mano y acompañado de su séquito: ninfas y/o humanos en estado de embriaguez. Uno de los ejemplos más conocidos es el cuadro de Diego Velázquez, que lleva por título ‘El triunfo de Baco’.
Las bacanales
Llegados a este punto, y después de haber visto la obra del pintor español, puede que hayas relacionado un último concepto derivado de toda esta mitología: las bacanales. Utilizada actualmente como una fiesta que se ha podido ir de las manos, tiene su origen en los cultos y ritos a Baco, fiestas en las que reinaba el exceso y frenesí. Como apunte extra, y como ya habíamos comentado con Dionisio, esta relación con el vino le valió también el sobrenombre de “El Libertador”. Curiosamente, estas bacanales estaban atendidas por las clases más bajas de la población romana: las mujeres sobre todo, y también esclavos y mendigos.
El vino a día de hoy no deja de estar relacionado con esta historia, pues normalmente viene acompañado de una celebración. El límite, sin embargo, lo pone uno mismo. Y así debería ser la vida, siempre con un motivo para brindar. Descorcha tu Barcolobo y celebra cada momento.