Todo el mundo, con mayor o menor precisión, ha probado alguna vez a descubrir a qué huele un vino. Mover su copa, acercarla a su nariz y sumergirse en los diversos aromas que va descifrando. Toques a madera, a fruta; en ocasiones también aparecen notas ahumadas. Se convierte en toda una experiencia para nuestros sentidos, no solo el olfato, ya que cada vino guarda unos matices diferentes y nos obliga a poner todo de nosotros. Pero, ¿alguien sabe cómo se llama esa apreciación de aromas?

El término bouquet, de origen francés, que se ha traducido como buqué, hace referencia al olor que adquiere el vino tras su crianza y que, como hemos adelantado, aporta información sobre sus características. Dependiendo de la intensidad de esta mezcla de fragancias, se podrá determinar también la calidad del vino. 

Aroma del vino VS Bouquet

Un concepto tan pulido, tan específico, nos lleva a entender que se trata de un paso más en el mundo vitivinícola. De hecho, se podría decir que un vino joven no tiene buqué, ya que existe una amplia diferencia entre el olor asociado con la variedad de uva -que se denomina aroma primario – con la fragancia que un vino de crianza toma tras su fermentación y envejecimiento. Por tanto, se podría clasificar hasta tres tipos de aromas:

  • Aromas primarios. Relacionado con las varietales de las uvas, normalmente se distinguen un par de series de olores: florales, vegetales y frutales.

 

  • Aromas secundarios. Haciendo referencia a la crianza, estos vinos toman nuevos matices en su composición según la temperatura y la velocidad de la fermentación.

 

  • Aromas terciarios. Llegados a este punto habremos alcanzado el verdadero bouquet. Se trata, pues, de una mezcla de todos estos factores: las fases de elaboración y el paso del tiempo. 

 

Asimismo, y dentro de las notas que logremos diferenciar de un vino y de otro, existen dos tipos de buqué según la maduración, el tipo de uva o incluso su fermentación. Por un lado, el buqué de reducción, que es el olor del vino cuando no ha estado en contacto con el aire; o sea, el aroma puro, sin adulterar, que podemos apreciar nada más abrir la botella. Por otro lado, se distingue el buqué de oxidación, que es el caso opuesto, cuando el vino ya ha estado en contacto con el aire, un tiempo después de abrir la botella.